Por Gustavo Berganza En suobra El suicidio, (1897),
Emile Durkheim, uno de los fundadores de la sociología, postuló que el rompimiento de las normas sociales y la sensación de inutilidad de los valores era lo que lo empujaba a la gente a quitarse la vida. A ese fenómeno le dio el nombre de anomia.
Según Durkheim, el problema surge cuando las normas que nos rigen a nosotros y a nuestro grupo inmediato entran en conflicto con las normas y las conductas que prevalecen en la sociedad. Nosotros podemos estar convencidos de la necesidad de ser honrados, responsables y de propiciar el diálogo y la negociación como una manera de resolver conflictos, y así se lo inculcamos a nuestros hijos. Pero ¿qué sucede si en nuestro entorno mediato lo que prevalece es la intransigencia, la violencia, el latrocinio, la desidia y la corrupción? Ante esa circunstancia, nuestra forma de ser, nuestras creencias entran en conflicto con la forma de ser, con el ethos de la sociedad guatemalteca. No es que nos vayamos a suicidar en masa, pero es evidente que la fe en nuestros valores se cuartea y podemos entrar en una especie de esquizofrenia funcional, en la que predicamos sinceramente una cosa pero aceptamos y ponemos en práctica y vivimos dentro de lo opuesto.
Uno lo ve y lo escucha constantemente. La gente se queja de la crisis de valores, de la corrupción, de lo mal que funciona el estado. Pero igual, recurre al soborno, evita pagar impuestos, o le saca la pistola al que le reclama el irrespeto de un derecho. Evidentemente, en la medida en que este tipo de conductas micro se generalizan en el sistema, es muy poco probable que una entidad macro, como el estado, pueda funcionar. Y menos aún las organizaciones concebidas para canalizar el poder social hacia el gobierno, como son los partidos políticos.
Esto es lo que nos tiene sumidos en el estado de depresión colectiva en el que estamos. Por mucho que haya candidatos punteros, y se diga que alguno puede ganar en primera vuelta, las expectativas de los guatemaltecos son bajas: de acuerdo a la encuesta de Nuestro Diario, solamente 1 de cada 5 personas piensa que la situación estará bien o muy bien con el próximo gobierno en tanto que hay un 41 por ciento que piensan que estará mal o muy mal.
Este estado de ánimo, sumado a las evidencias de los problemas que no se resuelven, y la conducta cuasi esquizofrénica que asumimos son indicativo de la anomia en que vivimos y de la cual es preciso que salgamos. ¿Cómo? Solos no podemos. Para salir de la anomia es preciso generar iniciativas en grupo o sumarnos a las que ya existen.
Hay partidos tanto de izquierdas como de derechas que no están comprometidos con financistas poderosos. Hay entidades de la sociedad civil que trabajan por diversas causas que usted seguramente comparte. Súmese a estos esfuerzos. O por lo menos, deles su voto, apóyelos con donaciones. Pero no se quede cruzado de brazos, porque eso no lo saca a uno de la anomia ni nos ayuda para nada a recuperar la capacidad de soñar. Vea: www.gustavoberganza.com
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