Por Daniel Luperón
En el Auditorio del Banco Central de la RD, en mayo 24, 2007, tuvo lugar un evento que no puede perderse ni en el olvido ni el tiempo: El homenaje que las promociones de bachilleres 1969-70; 1970-71 y 1971-72 del Liceo Secundario Federico Henríquez y Carvajal rendieron a verdaderos apóstoles de la educación.
Este homenaje fue concebido, organizado y dirigido por el Dr. Ángel Thomas Nelly (Macho), miembro de la promoción 1970-1971.
Cientos de miembros de las referidas promociones ignoran la existencia de este evento, consecuentemente, tienen total desconocimiento del discurso que a continuación hago de conocimiento público. Permita Dios, que su lectura los haga parte del evento, aunque sea espiritualmente diferida; o también, les motive, a ellos u otros, a programar e impulsar renovados homenajes a los heraldos que entregan el milagro de la vida al servicio de la educación de nuestro pueblo.
Profesores homenajeados:
Carmen Sánchez de Franco, Margarita Tezanos de Patnella, Nancy Vásquez de Amaro, Sarah Ramírez de González, Fresa Corletto de Nina, Teresa Figuereo (Lilín), Lidia Lassís, Paula Martínez (Tatica), Virgilio Peláez (EPD) y Mirtillo Féliz (EPD).
A continuación el discurso pronunciado para la ocasión por Afredo Ferreras:
Para mí, Alfredo Ferreras, constituye un inefable privilegio la oportunidad de haberle dado a mis maestros, a través de estos párrafos, algo de lo mucho que recibí de ellos.
Esta pieza oratoria, por su motivación y contenido pertenece a Barahona y es de carácter histórico; por tanto, no es de archivos privados.
Amigos, compañeros y hermanos de siempre,
Maestros inolvidablemente amados y admirados,
Familiares de estudiantes y profesores homenajeados,
Invitados,
Señoras y señores:
El insigne poeta dramático español Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) pasa a la inmortalidad, entre otras cosas, por habernos legado la comedia filosófica“La Vida es Sueño”, de ahí surge la muy conocida expresión:”Los sueños, sueños son”. Muchos de nosotros habíamos soñado con volvernos a encontrar, reunirnos otra vez alumnos y maestros, para realimentarnos con recuerdos que son partes inseparables de nuestra existencia y para volver a sonreír juntos; por tanto, respecto a este encuentro no es válida la sentencia del referido poeta, porque esto no es un sueño, es una realidad…estamos aquí: “Rompamos” el orden (solo por dos minutos) y acerquémonos unos a otros y abracémonos, choquemos nuestras manos y nuestros hombros; identifiquémonos otra vez, mirémonos de frente y que vivan la adolescencia, la escuela y el amor…Si queremos, de aquí en adelante permutemos nuestros sueños por tangibles realidades.
Por qué estamos aquí?
Qué designio nos ha convocado?
Las causas y los efectos pueden variar conforme a cada expectativa y a cada coeficiente emocional. Los años han transcurrido y nuestros sentidos están sobrecargados de los afanes de la cotidianidad. Estos afanes, muchas veces, obstruyen los espacios aun reservados a los valores espirituales.
Hagamos una pausa y reflexionemos en que, sobre todas las cosas, somos una generación privilegiada. Haber sido discípulos de los maestros y maestras que hoy nos honran con las honras que les otorgamos es un mérito más que suficiente para considerarnos como tales. Estamos aquí para hacer honor a quienes honor merecen. Estamos aquí para festejar. Estamos aquí, para juntos mirar hacia adelante y estamos aquí para darle gracias a Dios porque en sus arreglos divinos permitió conocernos.
Estos maestros no poseían doctorados, maestrías, licenciaturas, post-grados ni diplomados. Eran sencillos de intelecto y de humilde corazón; pero su capital moral, su ejemplo viviente, su amistad y cariño materno-paternal; su sacrificio, su ofrenda tan óptima como la de aquella viuda citada en la Biblia, fueron y son para nosotros fuente de agua de vida; brújula y antorcha inextinguible.
Sus preclaras virtudes morales superan infinitamente las carencias referidas, pues éstas eran derivaciones directas de las limitaciones del sistema y de la época; pero jamás fueron obstáculos para que estos abnegados maestros nos adornaran con esas prendas morales que sólo pueden recibirse de verdaderos apóstoles de la educación.
Si pudiésemos vernos en el espejo del tiempo, entonces, lo que es hoy madurez y bonanza, calvicie y visión acortada, salud y quebrantos, prestigio y modestia, habilidad y timidez, boato y abundancia; vacaciones en ultramar, autos, jugosas contratas y muertes inesperadas; ayer era un racimo de adolescentes hacinados en aulas superpobladas, cual barro diseminado esperanzado solo en las manos diestras del alfarero.
Los maestros que hoy nos honran con las honras que les entregamos, son quienes ayer nos recibieron adolescentes y tiernos, precoces y distraídos, tímidos y juguetones. Dicharacheros y reservados, serenos e inquietos, provincianos y campechanos; pelados muy bajito, sin bigotes, con faldas plisadas y cabellos trenzados, en colores kaki de marca desconocida; con escaso menudo para el recreo, homogéneos stándares de vida, libros autografiados y heredados, a veces, de un amigo o del hermano mayor.
Vestíamos con uniformidad, sin paradigmas a imitar y con la librería “Alma Nueva” como destino preferente de una compra por la ciudad. Esas eran nuestras credenciales cuando nos iniciamos en la educación secundaria, y así fuimos recibidos por los prestantes educadores que hoy reconocemos. Fueron ellos los alfareros que hicieron el molde y vertieron el barro que mostraría, de forma tridimensional y anticipada, lo que seríamos 40 años después: Hombres y mujeres a quienes Dios les ha concedido la maravillosa oportunidad de triunfar en este mundo de viajeros trascendentes.
Maestros de siempre, reciban estos reconocimientos, no como un halago; si no, como una ofrenda de imperecedera gratitud. Reciban en ellos nuestra infinita expresión de amor y respeto. Reciban en ellos toda la simpatía, que, adolescentes, quisimos expresarles; pero no teníamos las palabras, lo impedía nuestra timidez o carecíamos de los instrumentales para hacerlo y, si por comisión u omisión alguna vez les ofendimos, que también este homenaje resulte en sincero y oportuno desagravio.
Maestros, al hacerles entrega de estas humildes distinciones, por favor, hagan un ejercicio sobre las dimensiones tiempo-espacio; transpórtense al otoño del 1967 y recíbannos otra vez en ese ateneo que aún esparce su refulgente y bienhechora luz sobre nuestra amada provincia y sobre cada uno de nosotros: El Liceo Secundario “Federico Henríquez y Carvajal, porque sus vetustas aulas atesoran celosas el vibrante eco de nuestras voces y murmullos, el candor fragante de una adolescencia en la que parecemos estar atrapados para siempre y el inédito pacto de una amistad que empalma con el resplandor de lo eterno.
“Amigos, compañeros y hermanos de siempre” fueron los títulos que utilicé al iniciar el presente discurso, por favor, permítanme ahora invocar su status presente, pues este es el momento para asumir compromisos: Profesionales, empresarios, políticos, líderes comunitarios, comerciantes, contratistas, sacerdotes, pastores, profesores, diplomáticos, periodistas, locutores y otros:
Una conocida pieza musical declara: “20 años no es nada”; probablemente, 40 sí.Hemos establecido el 1967 como año referente. He afirmado, y ustedes están de acuerdo, que somos una generación de privilegiados, pues la estirpe y vocación de los maestros homenajeados lo reafirma; por tanto, es impostergable que ese privilegio se transforme en compromiso para con las comunidades de donde procedemos.
Esas comunidades fueron escogidas por el Creador para ser la cuna del milagro de nuestras vidas y estamos obligados a mirar hacia ellas con el compromiso y devoción conque mira el buen hijo a la madre anciana, enferma y empobrecida. Ese tiene que ser el objetivo derivado de este encuentro. Estamos muy orgullosos de los maestros que hoy reconocemos; pero también ellos deben estar orgullosos de nosotros.
No basta que se enorgullezcan de lo que ellos nos dieron y de nuestros éxitos; sino también, por los sacrificios que nosotros seamos capaces de hacer en favor de las comunidades que nos vieron nacer.
Al pasar estos 40 años la niñez y la adolescencia quedaron atrás; ahora están delante de nosotros grandes necesidades de esas comunidades en las que nacimos y crecimos. Esas comunidades tienen sus graneros vacíos y nos anhelan, nos necesitan, gimen por nosotros y nos aguardan. “Nadie es tan pobre que no pueda dar, ni tan rico para no necesitar”…es nuestro tiempo para dar y para recibir la satisfacción del deber cumplido. Sirviendo es la manera de proseguir con este tipo de encuentro, que espero sirva de inspiración a otros en cualquier lugar del país o de la tierra.
Gracias maestros por su fecunda y germinativa siembra de amor
Gracias maestros por su paciente y refrescante presencia
Gracias compañeros, hermanos y amigos de siempre
Gracias a quienes aportaron su grano de arena para hacer posible este encuentro.
Gracias familias: Esposas, esposos, hijos e hijas, nietos, hermanos y amigos.
Gracias compañeros en ultramar cuyas presencias sentimos entre nosotros.
Permita Dios que esta recreación del ayer que hoy hemos disfrutado sea la formal aceptación de los desafíos y oportunidades que el futuro nos oferta. Permita Dios, que de aquí en adelante encuentros como éste sean escenarios excelentes para vislumbrar un mejor porvenir para nuestra provincia. Es mi gran anhelo que en el futuro estos encuentros sean verdaderos parlamentos donde exploremos, canalicemos y hagamos implementar verdaderos proyectos de desarrollo en beneficio de nuestras gentes y nuestras comunidades.
Hasta luego,
DIOS BENDIGA NUESTROS PUEBLOS.
DIOS NOS BENDIGA A TODOS.
Agradecemos tus comentarios sobre este tema. Valoramos tus ideas y conceptualizaciones, al respecto.