Por German Retana
German Retana |
"Se puede
perder con buenos jugadores, pero no se puede ganar con malos", dice el
conocido refrán. ¿Cómo es posible que haya organizaciones que pretenden lograr
grandes resultados si son dirigidas o integradas por personas que hacen
lo incorrecto? Identifiquemos ocho comportamientos ilusos que impiden
concretar una ilusión.
Competencia
interna: Mientras haya quienes confundan trabajar junto a otros, con hacerlo
contra los otros, los delirios de poder prevalecerán sobre los propósitos
superiores. Las agendas individuales que afectan el trabajo de colegas,
impedirán al equipo llegar a buen puerto, pues en el forcejeo se pierde
el rumbo.
Incompetencia
individual: Según John Maxwell, una persona incorrecta en el puesto incorrecto
causa regresiones, una incorrecta en el puesto correcto conlleva
frustración y una correcta en el puesto incorrecto provoca confusión.
Desdichadamente, hay quienes no asumen su rol específico y, como si eso
fuera poco, complican que los demás lo hagan en el propio. ¿Le suena
familiar?
Rumbo de
perdigón: Brincar sin saltar, hacer sin avanzar y decidir sin dirección,
son formas de malgastar la energía con contradicciones, errores e
improvisaciones. Hay personas que se esmeran en ser activos pero no
perciben que lo hacen sin orientación clara.
Rumbo sin
ambición: La complacencia de quienes dirigen contamina la atmósfera con
conformismo; a lo mejor ellos ya tienen lo que desean individualmente, pero la
organización aun no llega a lo que necesita y tanto el estancamiento como el girar
en círculos anulan la ilusión de todos.
Juego sucio:
El deporte más popular no es el fútbol, sino el boicotear o "serruchar
el piso" a los exitosos. La envidia y el temor a que la mediocridad propia
sea evidenciada por el rendimiento de otros, estimulan conductas destructivas.
Cuidarse de los "compañeros" se vuelve más relevante que
lograr las metas.
Juego
anárquico: Derechos desiguales y privilegios especiales pese a igualdad
en responsabilidades y desempeño, ¿cómo ser productivos en un entorno
ambiguo respecto a quién decide qué para beneficio de quién?
Conversación
entre falsos sordos: Las cosas se dicen como son pero nadie escucha, todos
señalan dónde está la falla aunque quien debe resolver se absuelve de actuar.
Poco a poco ya no se conversa de la ilusión que se tenía, sino de la desilusión
colectiva. Hermetismo: "¡Aquí pensar es peligroso y expresarse es un
suicidio!" Discrepar con el jefe es arriesgar el puesto, por eso callar es
la norma y mantener un bajo perfil es el pasaporte para transitar por la
organización sin ser víctima ni protagonista en riesgo.
Si en su
equipo o empresa se presentan algunas de estas ocho disfunciones, es prudente
advertir que, en ese rumbo, solo se llega al territorio de los ilusos por tener
una ilusión, porque ésta jamás se convertirá en una realidad.
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