Por Eladio Uribe
Eladio Uribe |
No recuerdo haber leído la resolución del Consejo Nacional de Educación o el decreto presidencial que eliminó la asignatura Educación Cívica que se impartía en nuestras escuelas. Tampoco está en mi memoria el año en que se dio término a esta infeliz medida. Lo que sí puedo asegurar es que, entre otras cosas, el país necesita recuperar el terreno perdido en materia de civismo, alentando el respeto mutuo, el amor por los niños, la protección de las instalaciones públicas, la colaboración y la solidaridad, la responsabilidad social, la libre circulación y el patriotismo.
En mi transitar por todo el país, he visto tanto a jóvenes como personas adultas y hasta de avanzada edad, seguir caminando con normalidad e incluso con cierto dejo de “no me importa”, en el momento que se baja o sube la bandera nacional, lo que significa una actuación absolutamente irrespetuosa y de mal gusto, sin que ningún profesor, supervisor o ciudadano común, les haya llamado la atención, con lo cual podemos hablar también de una gran permisibilidad por las actuaciones incorrectas.
Se ha reducido mucho el respeto a los símbolos patrios y el amor por los patriotas. Me parece oir el comentario del Dr. José Francisco Peña Gómez durante el funeral del Sr. Lisandro Macarrulla, padre de mi ex-jefe del mismo nombre, ocurrido hace unos años, que más o menos decía: “tenemos que trabajar mucho con la educación y el patriotismo en nuestro país” y agregaba: “...en funerales como éste, deberían estar presentes representantes de todos los sectores de la comunidad honrando a sus héroes...”
Es muy probable que seamos el único país del mundo en el que los motoristas (motoconchos, pasolas, policías montados y otros operadores de motocicletas) jamás se detienen en un cruce de calles donde el semáforo está rojo; ni los conductores de microbuses del transporte público dan “cambios de luces” de noche en las carreteras, prefiriendo siempre la posibilidad de ocasionar o sufrir un accidente, antes que respetar las normas de tránsito.
Estudiantes de nuestras escuelas publicas entran y salen de éstas en el momento que lo consideran, sin tomar en consideración los horarios de clases y con un aerosol de pintura dispuesto a “decorar” cualquier pared, puerta o vehículo que encuentren a su paso, no como una acción de protesta social, sino como una supuesta manifestación de rebeldía particular.
Siga cualquier autobús o minibús al salir de una de las paradas de expendio de alimentos ubicadas en nuestras carreteras. Verá la cantidad de desperdicios que pasajeros y conductor arrojan a la vía pública sin el menor rubor. Desde muchos autos privados, incluso de lujo, se dan situaciones similares, arrojando botellas, colillas de cigarros y otros desperdicios. Dios libre que alguien les llame la atención a sus conductores.
Del mismo modo, los perros mascotas de muchas casas que pueden disponer de ellos, son sacados a hacer sus deposiciones en calles, aceras o áreas verdes; no es raro encontrar a algún señor apurado, orinando a orillas de la vía o plazas (práctica muy usada por los choferes). También contamos con los que se adueñan de las aceras para ingerir alcohol, improvisar talleres de reparaciones de lo que sea o los que arrancan, maltratan o retiran las plantas o gramas de parques y jardines.
Nada que decir de los vertederos improvisados ni de los vehículos desahuciados que son colocados estratégicamente y para siempre, pegados a la acera del frente de la casa del dueño. Todo esto y muchas otras situaciones parecidas que por razones de espacio debo abstenerme de mencionar, llevan a la lamentable conclusión de que el civismo ha pasado a ser una materia perdida o una asignatura pendiente de cuya aprobación, podríamos conseguir muchas ventajas, que coadyuven al proceso para establecer un país mejor para todos, ya que el buen comportamiento ciudadano, sin lugar a dudas, se convierte en un generador de oportunidades y satisfacciones.
Civismo se define como las pautas mínimas de comportamiento que nos permiten convivir en decencia y paz, respetando a las demás personas, los bienes públicos y el entorno natural. Civismo y civilización tienen la misma etimología, ambos conceptos vienen del latín cives que significa ciudadano y ciudad. Civismo no es imposición por la fuerza, es acción del compromiso compartido.
Que nadie me diga que nuestras manifestaciones no cívicas son una protesta colectiva contra los comportamientos de los sectores del estado que no cumplen con sus responsabilidades. Para tener calidad de exigir, cada ciudadano está en la obligación de cumplir, como ente independiente y como parte de su comunidad y de las organizaciones en las que participe, con los compromisos que implica vivir civilizadamente.
En el momento en que cada ciudadano se haga sensible a las violaciones que rompen, maltratan, ensucian y atentan contra su sector, comunidad, entorno o ciudad y sienta que están dañando algo suyo y de su familia, habremos comenzado a recobrar el verdadero sentido del civismo. Es decir, el celo por los derechos y deberes ciudadanos y el apego a los intereses superiores que como patria necesitamos.
En este sentido, se hace urgente restaurar la educación cívica y ampliar la participación escolar que complementen la formación de niños y jóvenes con miras al futuro nacional. Al mismo tiempo, como parte de sus programas de responsabilidad social, las organizaciones empresariales y las empresas en particular, deben promover el civismo, comenzando por módulos de orientación a sus propios trabajadores y supervisores. Pienso que tendríamos una gran contribución si los medios electrónicos como la radio y la televisión, que en nuestro país son bastantes, así como los periódicos, dedican un poco más de sus espacios a la promoción del comportamiento cívico y a reconocer a los ciudadanos destacados, de todos los sectores, en este comportamiento.
El reto está lanzado, los que ya comprenden y practican los principios que conlleva el civismo, están en la obligación de aportar a través de la orientación a sus familiares, vecinos y compañeros de trabajo que no hayan alcanzado este valor. Los amigos que me honran leyéndome, deben ahora hacer una reflexión y tomar las medidas que consideren para garantizarse un comportamiento ciudadano ejemplar, tanto produciendo los cambios necesasrios en sus conductas como ayudando a otros a ser mejores ciudadanos.
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