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jueves, 9 de febrero de 2012

Fue Teté


Por Germán Retana
¿Recuerda aquel juego infantil en el que se cantaba "¡Yo no fui, fue teté, pégale, pégale, que ella fue!"? es curioso que, con diferentes palabras y ritos, la búsqueda de alguien a quien achacarle un mal colectivo, sigue vigente en diversas organizaciones.

El resultado es que quienes inculpan a otros apaciguan temporalmente su conciencia, pero solo para repetir luego, sin solución del problema de fondo, el mismo comportamiento.

Si una persona carga emociones negativas ("basura mental") que le estorban, le impide estar cómoda y pensar con serenidad, buscará un "basurero" para deshacerse de ese agobio. Cuando una multitud en un estadio de fútbol está frustrada por el resultado adverso, tenderá a identificar a un jugador o árbitro en quien depositar su enojo, ira, amargura, frustración y otras emociones negativas, calificables, a lo mejor,como "basura emocional".

En similar modo, si en una empresa las cosas tienden a agravarse y la incertidumbre, malestar y desmotivación se incrementan, se corre el riesgo de buscar a quién echarle la culpa creyendo que con eso todo se soluciona. Se especula sobre nombres, se estigmatizan personas, su acrecientan rumores y el hambre por buscar la víctima de turno se exacerba.

Por fin, se le pone nombre al asunto, se desahogan los sentimientos en contra de esa persona y el sedante colectivo hace efecto, pero, apenas por unos días, cuando se verifica que esa medida no dio resultados. Entonces viene una segunda ola de  emociones contaminadas con chismes, decisiones disparatadas, acusaciones directas, autoritarismo, rabietas, formación de bloques antepuestos, despidos, sanciones,  etc. Resultado: pérdida de sentido de pertenencia, resquebrajamiento de relaciones, actitud defensiva, irritación y eventual obcecación en algunas esferas, como en la alta dirección.

Especialistas como el Dr. Edgardo Maya, señalan que, en situaciones así, surgen las proyecciones: vemos en otros facetas desagradables de nosotros mismos que no reconocemos o aceptamos conscientemente. La urgencia de deshacernos de esa parte propia y desagradable nos lleva a afectar incluso personas inocentes. El producto de todo lo anterior es una enfermedad colectiva, una epidemia emocional, una organización que pierde su salud.

No habrá proceso de sanación sin un alto en el camino que implique: (a) humildad de cada actor para aceptar su responsabilidad en el tanto que le corresponde, (b) reconocimiento individual ante los otros de un compromiso explícito de cambio, (c) reanudación de relaciones afectadas, (d) plan remedial colectivo con el incondicional apoyo de todos,  (e) verificación periódica de avances y (f) líderes y miembros sustentados en valores, en la ecuanimidad, el sano discernimiento en las decisiones y en la humildad para inspirar al equipo a renovarse, sudar la camiseta y dejar  atrás toda "basura emocional colectiva".



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