Por German Retana
German Retana |
¿Qué
cambia cuando usted o su equipo dejan de referirse a sus contratiempos o dilemas
como "problemas" y los definen como "situaciones por
resolver"? En apariencia es una diferencia sutil, pero el impacto
en la reacción es notable y relevante.
El
lenguaje crea la realidad, dicen los psicólogos. "Si las personas definen
las cosas como reales, éstas son reales en sus consecuencias",
afirma el conocido teorema de Thomas, desde 1928. Al conceptualizar que
algo es un "problema", de inmediato vienen a la mente
términos tales como: barrera, obstáculo, afectación, solución difícil, bloqueo,
complicación, enredo, diferencia entre lo que deseamos y lo que tenemos,
y agregue usted sus propios conceptos. Pero en el fondo, hay cierta reacción
negativa y hasta pasiva. El calificativo "problema" nos puede dejar
anclados en
la búsqueda de razones y culpables.
Invite
a su equipo a hacer el siguiente ejercicio: Cambien el título de problema
a algo que enfrentan y denomínenlo "situación por resolver". De
inmediato la actitud se vuelve proactiva, creativa y orientada a la
acción. La frase insinúa que tenemos un poder interior y propio para
actuar, que el reto está presente y que resolverlo ya es una decisión.
También nos hace sentir responsables de hacer que las cosas sucedan y no esperar que otros lo hagan. Si planteamos
algo como "situación por resolver"
el peso mayor no está en el pasado o en el diagnóstico, sino en la puesta
en marcha de acciones correctivas.
La
forma en que usamos el lenguaje es crucial. La relación entre él y el
pensamiento es íntima y tiene serias consecuencias. Para Miguel de
Unamuno, "el lenguaje no es
la envoltura del pensamiento, sino el pensamiento mismo". La observación
de la forma en que definimos los contratiempos, retos y dilemas nos
ayuda a elevar la calidad
de diálogo en las relaciones personales y en el equipo de trabajo. La
superficialidad y las reacciones temperamentales no suelen ser amigas de
las soluciones inteligentes; por eso es que hay organizaciones adictas a
los mismos "problemas" sin romper círculos viciosos por no
definirlos en forma diferente.
No
se trata de argumentar que no se tienen problemas, pues eso sería ilusorio, sino
de analizar cómo los definimos. Es más, como plantea Albert Einstein, su
formulación es más importante que la solución. Si los planteamos
como situaciones por resolver, de
inmediato nuestra mente se programa para solventar, disipar, remediar y hasta
disolver.
Insistir
en que tenemos muchos problemas nos acerca al club de las personas que se
declaran "víctimas", no asumen responsabilidad por sus situaciones y
culpan a los demás por ellas. Si trabajamos, en cambio, enfocados en la
lista de lo que tenemos por resolver, seremos miembros de equipos
protagonistas de sus propias y bien pensadas acciones.
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