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martes, 24 de agosto de 2010

Quiero Ser Rey

Por: Yorik Rafael Piña
Hace algún tiempo, en un famoso programa de televisión que produce un sacerdote puertorriqueño, se presentó un niño, entre 12 y 13 años, del que su madre se quejaba de la conducta inadecuada que presentaba y pedía ayuda al sacerdote. Fue notorio para los presentes y los televidentes que el niño llevaba consigo alrededor de 5 cachuchas colocadas, cuidadosamente, en su cabeza. Era, definitivamente, un caos en el estudio de televisión. No escuchaba, ni siquiera, al anfitrión del programa. No respetaba la investidura del ministro de Dios. Lo vimos saltar el sofá, dispuesto para los invitados, más de una vez. Termina el tiempo definido por la producción del programa para los primeros invitados y no se pudo lograr nada con el muchacho de las 5 cachuchas.

Otro niño, en una situación similar a la anterior, acompañado de su madre, es el nuevo invitado al famoso programa de televisión. La madre de este otro cuenta sus penurias. Al hacerlo llora… su vástago hace lo propio. Es el momento en que, el niño de las 5 cachuchas, lanza una de sus gorras al que llora con su madre. Quiso ser solidario con el dolor de su congénere.  El productor del programa le expresa: “Tú  pareces demostrar tu afecto y solidaridad regalando tus cachuchas”.

El productor retoma el diálogo con el chico de las cachuchas y le pregunta ¿Qué quieres ser cuando seas grande? El niño contesta “Quiero ser rey” y ¿Por qué quieres ser rey?, inquiere el sacerdote. El niño, mirando fijamente al productor y sacerdote afirma: “porque al rey todos le escuchan”.

Un estudio realizado en el Centro De Privación de Libertad para Adolescentes en Najayo, hace 2 años, arrojó que uno de los cinco abusos que podrían ser responsables de la generación de conductas antisociales en niños, niñas y adolescentes es la privación del derecho a expresarse. El 75% de los internos en el Centro confesó que sus padres o tutores no les permitían expresar sus opiniones.

Es una conducta muy generalizada entre los padres de todas las épocas entender, en algunos casos, que sus hijos son una especie de adultos pequeños cuando se necesita que carguen agua, hagan compras, caminen kilómetros en diligencias de sus progenitores. Cuando no les conviene o no están de humor, entonces sus hijos son como pequeños esclavos, una especie de tarados que “no pueden ir a la playa porque es muy lejos y vamos a llegar tarde”. “Tienen que entender que son niños”. “No pueden igualarse a nosotros”.

Cuando los niños, niñas y adolescentes sienten que están siendo tratados injustamente por un régimen que los abusa, que les conculca sus derechos; en algunos casos no expresan sus pareceres a los padres y sufren callados sin comentarlo, por el momento a nadie; ni siquiera a un familiar cercano. En otros casos, tratan de razonar con sus padres sobre las situaciones que ellos consideran deben reflexionarse y lo que reciben es un gran bochorno y expresiones como “los niños hablan cuando las gallinas mean”.

Los jóvenes organizados en pandillas y bandas de adolescentes que atracan, violan y consumen drogas narcóticas estarán muy gustosos de escuchar a sus hijos y hacer las “recomendaciones” de lugar para que vivan “una vida más feliz” fuera del radio de acción de sus padres.
¡Escuchemos a nuestros hijos!. Es un derecho que les asiste. Conculcar sus derechos es abusar de ellos!

El autor es psicólogo Clínico



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